The village: sociología y emancipación

El Bosque (The Village), dirigida por M. Night Shyamalan y estrenada en 2004, es un thriller psicológico ambientado en una aparentemente idílica comunidad rural de finales del siglo XIX. Una peli que vale la pena abordar desde una perspectiva sociológica.

La historia de El bosque sigue a los habitantes de un pequeño pueblo aislado, rodeado por un bosque prohibido. Los líderes de la comunidad han advertido a todos sobre la existencia de criaturas peligrosas conocidas como "los que no se nombran".

"Los que no se nombran" habitan en el bosque y mantienen un frágil pacto de no agresión con los aldeanos: ellos no entrarán en el bosque y las criaturas no entrarán en la aldea. Este miedo frente a "los que no se nombran" es cuidadosamente cultivado por los líderes del pueblo para mantener el orden y la cohesión social. Dicha narrativa refleja cómo, en la sociedad, el miedo puede ser utilizado como una herramienta de control social para limitar la libertad de los individuos.

El miedo es una herramienta para conseguir hegemonía, pues mientras la población está en estado de shock por la inminente "amenaza", aceptará sin reflexionar medidas reaccionarias que coarten su libertad. La cultura del miedo y la doctrina del Shock de Naomi Klein son explicaciones sobre dicha estrategia dentro de las democracias burguesas.

Por tanto, la comunidad del pueblo vive bajo una historia creada y controlada por sus líderes. Esta construcción de la realidad es una forma de manipulación que tiene como objetivo proteger a los miembros de la comunidad de una verdad que consideran demasiado "dolorosa o peligrosa".

En esta argumentación existe una pieza fundamental que, por ejemplo, vemos en los discursos actuales de la extrema derecha. Donde al vertebrar un discurso que se contrapone frente a la otredad (migrantes, feministas, comunistas, etc)., el aislamiento y la protección pasan a ser una solución política frente a estos grupos; siempre haciendo alusión a las fronteras políticas del estado, a una amenaza y a la necesidad de protección (es un relato ficticio, sesgado, basado en el engaño y azuzador de racismo e intolerancia en general).

A pesar del miedo inculcado, la curiosidad de los jóvenes, como Lucius e Ivy, destaca a través del deseo humano e innato de explorar lo desconocido y buscar la verdad. Este anhelo de conocimiento es un motor fundamental en el progreso humano, desafiando las restricciones impuestas por el miedo y la ignorancia. Estos personajes representan un arquetipo claro de movimiento emancipatorio. Una alusión al deseo de mejorar como sociedad, de emanciparse como clase. Algo que inevitablemente nos lleva a la obra de Mark Fisher, Deseo Postcapitalista.

Ivy, la protagonista ciega, simboliza la ceguera ante las verdades incómodas que los líderes del pueblo tratan de esconder. Sin embargo, su ceguera también representa una clarividencia moral, ya que es capaz de ver más allá de las mentiras y la manipulación que rodean a la comunidad. Esto sugiere que, a veces, aquellos que parecen más limitados por sus circunstancias pueden poseer una visión más clara y honesta de la realidad. Inevitable no pensar en el proletariado aquí si extrapolamos esto a la actualidad.

De hecho, me gusta interpretar esta película como una alegoría de la lucha de clases y la manipulación ideológica. Los líderes del pueblo representan a la clase capitalista, que utiliza el miedo y las narrativas fabricadas para mantener su control sobre la clase trabajadora, representada por los habitantes jóvenes del pueblo. La película ilustra cómo las familias de gente mayor de la aldea crean y mantienen una falsa conciencia entre los jóvenes para evitar que cuestionen el orden establecido y busquen la emancipación.

El aislamiento del pueblo y la creación de una realidad alternativa les sirven como mecanismos para impedir la toma de conciencia manteniendo así la estructura social de poder intacta. Participando así el oprimido sobre la ideología, la historia y los valores de la clase que lo oprime, pensamiento claramente comparable con la hegemonía de Gramsci.

También hay paralelismos con Marx y la religión como el Opio del Pueblo, donde la religión institucional sirve como placebo y bálsamo paliativo frente al proletariado, y como expiación y justificación moral para las acciones y la vida de la clase capitalista.

En conclusión, El Bosque nos deja con una reflexión profunda sobre los límites del control, la verdad y la libertad. Nos invita a cuestionar las estructuras de poder y las narrativas que damos por sentadas en nuestra sociedad, sugiriendo que la verdadera emancipación solo puede alcanzarse desafiando lo común, lo tradicional y rascando sobre la inmediatez y la superficialidad que la ideología (actualmente la ideología capitalista) teje como natural frente a nosotras y nosotros.

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