La sociedad de los extraños
La
sociedad de los extraños
Fotograma de la película Matrix. Fuente: warnerbros.com |
Vivimos en una sociedad de extraños.
Nos cuesta formar una identidad. Nos cuesta encontrar respuestas a los
problemas colectivos que nos rodean. Vivimos extrañados. Este perpetuo extrañamiento
genera miedo, incertidumbre y nos patologiza como sociedad.
Somos una sociedad con muchas
patologías, quizá siempre lo hemos sido, pero hoy en día somos conscientes de
ello, aunque no podemos ponerle freno. Las condiciones laborales generan un estrés
progresivo y acumulativo en la población, por lo menos en lo que concierne a la
clase obrera, turnos laborales estrictos, salarios bajos, muchos trabajos no
gratificantes y muchas relaciones dentro del entorno laboral marcadas por la
autohumillación, explotación y deshumanización.
El trabajo en el capitalismo
actual se ha convertido en una estructura fría y autónoma que nos exprime al máximo.
Quizá, esta sea una de las características, sino la característica por
antonomasia del capitalismo: exprimir. Pues el capitalismo se caracteriza por
ser un sistema social que en su propia lógica busca la optimización de todas
las esferas con el fin de obtener más beneficios de la manera más eficiente
posible.
Ya nos avisaban Lilly Wachowski y
Lana Wachowski en Matrix. Nos hemos convertido en una gran colmena de pilas que
dan energía a un sistema que ha cobrado autonomía propia, y que, como todo lo
colectivo se escapa a nuestro control. Pero como digo, esto quizá siempre ha
sido así, lo colectivo siempre supera lo individual, aunque nos cueste
admitirlo es muy difícil entender los procesos sociales en su totalidad, las
acciones sociales en definitiva suelen tener consecuencias imprevisibles en la
sociedad. Sin embargo, van dejando huella en nuestras estructuras mentales y
nuestros cuerpos. Quizá la diferencia actual es que somos más conscientes, (por los menos parte de la población), de estas huellas, sobre todo
si son nocivas y, desgraciadamente, estas décadas se están caracterizando por
eso.
Como especie animal que somos,
por mucho que nos adornemos bajo mantos de artificios, estamos totalmente condicionados
por nuestro entorno ecosistémico. La problemática medioambiental está afectando
de manera directa a nuestra extrañeza. Gran parte de la población ha
desconectado de la parte natural que nos corresponde. No, no hablo de espiritualidad
barata, hablo de que somos una población que sigue defendiendo una diferencia
real entre lo humano y lo natural, como si fuéramos entes superiores que pueden
manejar el planeta a su antojo entendiendo el ecosistema como otra variable
económica más. Puros pensamientos necios, si algo perdurará como bien de
mercado será el planeta Tierra y el despido improcedente nos llegará únicamente
a los humanos si seguimos con estas inercias. Muchos los sabemos, otros lo
intuyen, pero nos seguimos sintiendo de manera rara, alienados, enajenados, extrañados.
Intentamos hacer cosas, nos manifestamos, reciclamos, reutilizamos, cambiamos
nuestros hábitos alimenticios, pero todo sigue igual, el gran monstruo con sus
rostros relucientes mostrados en la pantalla sigue a la suya. La patología
social tiene un síntoma claro e inequívoco, y es que muchas de las caras de las
personas que ocupan posiciones de poder parecen precisamente eso, locos. Bueno,
nos autoengañamos, nos lo tomamos con humor, con tiempo y esfuerzo las cosas
cambiarán.
Además, para suplir esta carencia
el sistema nos ofrece una solución de lo más peculiar: consumir, consumir
mucho, tirar, derrochar y consumir más. Nos sentimos extrañados de nuevo porque
para formar una identidad consumiendo al nivel que se nos exige debemos estar
siempre a la moda, y claro, estar siempre a la moda es literalmente cambiar de
calcetines cada media hora. Así que cuando llegas de ese trabajo precario el
cual te exprime como una pila y te hace sentir extraño y desorientado a la par que
cansado, intentas paliar estas carencias comprando cosas que en realidad no te hacen
falta pero que te hacen sentir por un momento identificado con el resto del
mundo que también compra esas cosas. Extraños comprando cosas extrañas porque
se sienten que viven una vida extraña.
Hasta la física cuántica parece
más fácil que estos dilemas existenciales. Bueno, no todo va a ser malo,
tenemos la televisión, una realidad paralela, nos puede servir para escapar,
hay que tener en cuenta que la herramienta más fácil de un preso para escapar es
inventar otra realidad, la tele nos viene de perlas. Me da la opción de
consumir programas que hablan de las relaciones sentimentales, aunque yo me
sienta extrañado y no sepa bien como mejorar en ese aspecto, o me muestra como
tener un cuerpo bonito, aunque yo me sienta mal y extraño con el mío, o mejor
aún me enseña una serie en la que todas las personas que se sienten extrañas y
que saben que las están descargando como pilas se matan entre sí. Esa serie nos
suele encantar, es una especie de Síndrome de Estocolmo maravilloso. Aunque yo
lo rebautizo como el Síndrome del Extraño.
No lo negaré, hoy me siento
especialmente extraño escribiendo esta reflexión. Pero tampoco nos volvamos locos
y locas que cosas más extrañas nos han sucedido y hemos superado. Eso sí, en
muchas de estas ocasiones los humanos no nos veíamos como extraños sino como
viejos conocidos.
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muy interesante-colega-Álvaro.
ResponderEliminarGracias Oscar
Eliminarmuy buena la reflexión, nos escapamos de la realidad
ResponderEliminarGracias! a veces escapar parece la solución más natural. Un saludo!!
EliminarUna reflexión que me hace reflexionar y pensando que como extraños se puede reflexionar muy parecido.
ResponderEliminarEl hecho de que reflexionemos sobre lo mismo ya nos acerca! Un saludo
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