La deconstrucción: una herramienta de contrapoder
La deconstrucción: una herramienta de contrapoder
Fuente: Pixabay |
La alienación, la enajenación,
la extrañeza, el miedo, la incertidumbre, el desconcierto, la prisa, el estrés
o la salud mental. Todos ellos son temas sobre los que hemos reflexionado
en el blog de Sociología Inquieta en las últimas semanas.
En un primer lugar, mi intención
en cuanto al tratamiento de estos conceptos era ahondar en la cara más
patologizada de la sociedad. Es decir, en descubrir cuáles eran los síntomas
característicos del capitalismo actual y su efecto en cada una de nosotras
y nosotros como individuos sociales. Sin duda, este es uno de los campos de
estudio que más me apasionan, pues a título personal me ayuda también a
comprender mis propios miedos e inseguridades.
En ocasiones cuando investigas
sobre algún tema concreto acabas encontrando respuestas que lanzan nuevas
preguntas. En este caso, la conclusión que he sacado frente a los múltiples
temas tratados, unos temas que vamos a bautizar como patologías sociales, es que, todos giran alrededor de un
concepto vital: la identidad.
La identidad podría
entenderse como la autopercepción que
tenemos de nosotros y nosotras. En forma de interrogante se podría formular a
través de estas preguntas: ¿Cómo me describiría? ¿Cómo pienso que soy y con
que me identifico? En realidad, dichas cuestiones no deberían ser
problemáticas de por sí. No obstante, si se ahonda en la cuestión de las
patologías sociales actuales, nos damos cuenta de que vivimos en una sociedad
que en muchas ocasiones lanza una capa de pintura negra frente a estos
interrogantes. De ahí que surjan dimensiones que están relacionadas con la
dificultad de encontrar una identidad personal en un mundo hiperconectado,
consumista, laboralmente insano, materialista, superficial, negativo en sus mensajes
comunicativos, desigual e injusto para gran parte de la población pese a los
avances tecnológicos y el supuesto progreso.
Todo el contexto descrito en el párrafo anterior nos
transporta de lleno hacia la problemática de la identidad. Básicamente porque cuesta encontrarse y
cuesta autoidentificarse. En términos de Zygmunt Bauman o Byung Chul
Han: nos fragmentamos.
Sin embargo, he encontrado en los
últimos días la cuarta pata de la mesa a través de un fantástico filósofo y
divulgador argentino llamado Darío Sztajnsrajber. En uno de sus vídeos del
canal de YouTube Facultad Libre, Darío hablaba sobre la dimensión femenina desde un punto de vista filosófico. En el vídeo se explicaba un
concepto muy interesante llamado deconstrucción. Un término que Judith Butler ya trataba profundamente en su libro El
género en disputa. Obra que ya había leído, pero, falto de lucidez, no recordaba
la respuesta que Butler me estaba ofreciendo sobre la identidad humana en
general.
Muerte a los grandes relatos. Autora: María Bastarós. Fuente: Flickr CC BY-NC-SA 2.0. |
Esta reflexión nos abre una
puerta al entendimiento de la identidad. Pues este ejercicio filosófico es una
forma muy transgresora de afrontar la realidad y, además, de intentar
abordar el sentido común. Por tanto, de intentar analizar lo que entendemos
por natural, común, cotidiano, o que es así y siempre lo ha sido, como si no
tuviera un origen u hubiera tenido otro significado a lo largo de la historia.
Martin Heidegger, nos echa
una mano para seguir comprendiendo dicha propuesta de deconstrucción sobre el
sentido común. Heidegger nos habla de un vocablo propio que nombra como el impersonal-SE. En palabras de Darío
Sztajnsrajber: pensamos lo que SE
piensa, sentimos lo que SE siente, deseamos lo que SE desea.
En realidad, ese SE implícito en el lenguaje, es el
SE que hace referencia al espacio
del sentido común. Palabra del campo semántico de la comunidad. Es decir,
del pensamiento colectivo. En muchas ocasiones nuestro propio pensamiento
está tan profundamente condicionado por el entorno y los saberes de la
comunidad que no es realmente un pensamiento propio en el sentido de un
pensamiento nacido intrínsecamente de nuestra persona. Quizá esto sea imposible,
ya que las personas somos inherentemente sociales y la razón humana no puede
ser comprendida sin la dimensión social que la traspasa.
De esta manera, el SE, está íntimamente relacionado con
el poder, una relación reflejada en la frase: el poder es saber. Por tanto, quien marque o imponga su relato
en el sentido común, en lo que todos pensamos como natural pero que en realidad
SE nos ha impuesto marcará nuestra
identidad. En cierta manera, obstaculizará el camino para encontrar un
pensamiento o identidad fuera del punto de vista hegemónico, natural o común.
Es esta última reflexión quizá la
más contradictoria y esclarecedora, y es que, hasta el presente artículo todas
las reflexiones sobre la identidad que yo había realizado eran en forma de
búsqueda. Sin embargo, quizá la clave sea lo contrario. Deconstruir,
comprendernos y no buscar. Por tanto, entender que nacemos con muchas cosas ya
impuestas: el género, la clase social, la nacionalidad, la etnia, etc.
Ámbitos que moldean de manera transcendental nuestra identidad pero que forman
parte de ese sentido común colectivo. Un sentido común que de neutral tiene
muy poco. Pues los grupos con más influencia económica tienen la capacidad
de poner su versión de la realidad por encima de los demás, para eso son los
dueños de las grandes cadenas de televisión, de las redes sociales, de las
editoriales de grandes Bestsellers y, en general, los dueños de las instituciones culturales que generan el sentido común.
En definitiva, es especialmente dicho
motivo por el cual es tan importante el concepto de deconstrucción, ya que a
través de este quizá podremos encontrar nuestra identidad y también podremos
desenmascarar la identidad de nuestros opresores.
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muy interesante-colega-Álvaro.
ResponderEliminarGracias Óscar!
EliminarMuy interesante ..... felicidades, nos dejas información valiosa ...!!!
ResponderEliminarMuchas Gracias! seguiremos investigando en esta línea para poder aportar buen contenido. Un saludo
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