La dictadura de los ganadores
La dictadura de los ganadores
Cuando pierdes lo más
importantes es levantarte, lo importante no es perder es
participar. Dos frases hermanas, ponen en virtud la importancia del
aprendizaje en cada acción que intentamos a pesar de su resultado. No
competimos contra otros sino con nosotros mismos.
Competir. Uno de los
verbos más presentes en la cultura neoliberal actual. No se dice claramente,
pero está intrínseco en todas las lógicas de la vida social: gana más dinero,
encuentra un mejor trabajo, ten un cuerpo más bonito, mejora y actualiza tus
conocimientos, potencia tus puntos débiles; mejora, más, actualiza. Palabras
ligadas a la noción de progresar.
El progreso tal y como lo
conocemos en nuestra sociedad es lineal, es hacia arriba, es una montaña sin
cima. El progreso en el capitalismo es como el consumo y la producción:
infinito. Dentro de estas lógicas existe una aceleración de los procesos sociales
sin precedentes. La sociedad da vértigo. El individuo social se ha emancipado
en el capitalismo, esta fue una de las primeras consecuencias de dicho sistema. Anteriormente,
en las sociedades feudales las clases sociales cerradas en estamentos
sujetaban de manera firme al individuo, la cárcel social era visible, el sufrimiento
y la injusticia clamorosa. El proceso emancipatorio del surgimiento del
capitalismo y el nuevo paradigma de libertad nos mostraba una oportunidad que,
sin duda, era mucho mejor y más justa que la sociedad feudal: todos éramos
iguales ante la ley, ante el estado, ante el mundo. O por lo menos eso es
lo que nos contaban, el trabajo surgía como nueva vara de medir y estratificar
la sociedad, Emile
Durkheim lo supo captar en su monumental obra donde nos explica la división
social del trabajo (1893).
Por otro lado, Karl Marx ya
nos había avisado de que la nueva forma de libertad era en realidad una cárcel enmascarada,
quizá más lujosa que la del feudalismo, pero una cárcel sin duda. La clase
obrera está condicionada por unas condiciones materiales vinculadas al trabajo
y a la posesión de los medios de producción que la hacen estar en una posición
de subordinación frente a la burguesía (la clase alta).
Otros grados de opresión fueron puestos
sobre la palestra en las siguientes oleadas de paradigmas sobre el poder y la
dominación, el
mayo del 68 supuso un punto de inflexión en estas cuestiones: el
sexo, el poder, el placer, la identidad… cuestiones abandonadas por las
visiones analíticas anteriores nos mostraban como las
mujeres y el colectivo LGTB vivían en una doble cárcel: si el
proletariado estaba oprimido, estos colectivos proletarios eran los
oprimimos de los oprimidos. La dimensión étnica entraba de lleno a jugar
también sus cartas, si el obrero blanco vivía en condiciones duras el
obrero negro vivía el doble de peor.
Bueno, punto y aparte ¿Qué en
serio no os habéis dado cuenta de que la solución está ahí? Pues lo dicho, que aunque estéis
trabajando duro y todo eso, las cosas no os van tan bien como a otros porque no
seguís los trucos del almendruco. Sois perdedores, somos perdedores, soy un
perdedor, en singular, que quede claro, es importante esto último, porque en
la cultura neoliberal los perdedores y los ganadores siempre son individuos
aislados, nada es social, nada es colectivo.
E aquí el epicentro de su temor,
las condiciones de vida de las personas se deben entender desde un punto de
vista colectivo. Es decir, aunque todos los perdedores y perdedoras del mundo
tengamos algo de culpa de ser eso, perdedores, la verdad es que existen
estructuras sociales que marcan y condicionan la sociedad: El género, la
clase social en la que naces, la etnia a la que perteneces, el país del que
provienes…
Los ganadores nos imponen su
dictadura del individualismo, nos llenan la cabeza de consejos para utilizar
nuestro talento, pero lo cierto es que cuando hay un tan mal reparto de los
recursos el talento deja de ser una vara de medir justa. Además, que hablar de
que en el capitalismo el éxito y el triunfo de ser un ganador se mide a través
del dinero. Es decir, que el hecho de ser un perdedor o una ganadora lo
marca simplemente la cantidad de dinero que ganes.
No podría estar más en desacuerdo
con esto, en mi opinión, hay mucho más éxito en la vida de un perdedor que en
la de un ganador, las tornas se me vuelven indisolublemente antagónicas. La superficialidad,
el machismo y la competitividad agresiva no son valores de victoria, son
valores nacidos de una derrota moral que hace años que nos hace mella.
Las y los jóvenes estamos en una
posición vulnerable, el cambio climático, el auge de la extrema derecha y el
montón de porquería discursiva que nos viene en oleadas abrumadoras desde
las redes sobre discursos motivacionales, coaching, criptomonedas y éxito
empresarial apuntala un entorno social nocivo.
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