La Inteligencia Artificial y el fetichismo de la mercancía



Las nuevas tecnologías y la Inteligencia Artificial se suelen relacionar con el progreso absoluto, el futuro o el camino de la evolución. Estos conceptos suenan bastantes convincentes dentro del apoyo incondicional hacia al avance tecnológico en el seno del capitalismo.

Y valga decir que el avance técnico y tecnológico no es algo malo de por sí, pero no olvidemos que prácticamente la totalidad de él a día de hoy se hace sumido en las cadenas de producción, consumo, acumulación y revaloración de capital. Esto genera, yendo al famoso concepto de Marx, un auténtico fetichismo de la mercancía, pues mientras damos likes compulsivos en nuestros relucientes smartphones o vemos una película en nuestra espectacular Smart TV, las estelas productivas que conforman dichas mercancías indican un rastro de explotación capitalista. Normalmente, un rastro que emana desde el sud global hasta Occidente, lugar por antonomasia del consumo masivo a todos los niveles en este capitalismo tardío.

La Inteligencia Artificial se nos vende, en muchas ocasiones, como un conjunto de tecnologías autónomas e independientes que aprenden por si solas y que son la panacea de las nuevas tecnologías. Pero lejos de este escorado discurso, existe otra realidad: la explotación de trabajadores del sud global.

En Filipinas, unos dos millones de personas trabajan etiquetando datos para modelos de inteligencia artificial. Bajo horarios extenuantes, en muchas ocasiones desde sus propias casas o en cibercafés abarrotados y sucios, estas personas: “diferencian a los peatones de las palmeras en los videos que se utilizan para desarrollar los algoritmos de conducción automática; etiquetan imágenes para que la IA pueda generar representaciones de políticos y famosos; editan trozos de texto para garantizar que modelos lingüísticos como ChatGPT no produzcan galimatías” según un reportaje del Washington Post.

Al menos unas 10.000 personas trabajan en Filipinas dentro de la plataforma Remotasks, que a su vez forma parte de la start-up Scale AI, con sede en San Francisco. Esta empresa del sector de la Inteligencia Artificial a su vez colabora de manera cotidiana con empresas tecnológicas como Microsoft, Meta o Open IA. Muchas de estas personas que trabajan en dicha plataforma son víctimas del modelo de uberización de la economía, ya que son contratados como autónomos, el salario que reciben es mínimo, muchas personas no reciben el dinero que van acumulando por las tareas realizadas en la plataforma y, en general, están sometidos a una ausencia total de normas y derechos laborales.

Este tipo de trabajos se realizan también a esta escala en otros países como India, Kenia, Venezuela o México. De esta manera, mientras centramos debates sobre la IA alrededor de la ética de sus representaciones, la esclavitud parece normalizada para generar dicha tecnología.

Además, estos trabajos de etiquetado y recopilación de datos para la IA se caracterizan ya no solo por una precariedad (1,46 euros la hora) y una subcontratación, sino también por ser trabajos donde hay un control exhaustivo de los movimientos del trabajador, o donde el trabajador incluso tiene que hacerse pasar por una IA. Como nos confirman Adrienne Williams, Milagros Miceli y Timnit Gebru: “contratan a personas para que se hagan pasar por sistemas de IA, como los chatbots, debido a la presión de los inversionistas para que incorporen “inteligencia artificial” a sus productos. De hecho, el fondo de inversión MMC Ventures, con sede en Londres, encuestó a 2.830 startups de la UE y descubrió que el 40% de ellas no utilizaba IA de forma significativa” (LA EXPLOTACIÓN LABORAL DETRÁS DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL, 2023).

Cabe añadir, como nos advierten las compañeras de Iniciativa Comunista en su libro un Hilo Rojo Atraviesa las Mujeres (2024), que el mayor porcentaje de producción de componentes tecnológicos es en el sud global, que hace ya décadas empleaba mano de obra femenina en condiciones de semiesclavitud. En concreto, la manufactura electrónica empleaba ya en los años 70 un 80% de mujeres en sus fábricas del Sudeste asiático. En la actualidad, la fabricación de microchips en Vietnam, bajo microscopio y en largas jornadas, emplea en casi su totalidad a mujeres, en condiciones muy precarias, sin sindicalización, jornadas exhaustivas y siendo despedidas si contraen matrimonio o tienen hijos: “Así, el capital encuentra en las mujeres del sur Global una mano de obra sumisa y disciplinada” (Un Hilo Rojo Atraviesa a las mujeres; 71).

En definitiva, observamos como lejos de estar el debate importante en fantasías más próximas a la cultura pop que a la realidad (premisas al menos muy lejanas sobre si la IA nos va a controlar o tomará consciencia), vemos que el verdadero debate está en las condiciones laborales y la explotación que este sector en auge está promocionando y usando para someter a la clase trabajadora, obtener grandes cantidades de beneficios y utilizar estas tecnologías para el propio control social de las trabajadoras, así como para intereses imperialistas dentro del Estado Policial Global que el capitalismo está tejiendo alrededor de esta época de crisis.


BIBLIOGRAFÍA: 

Detrás del auge de la Inteligencia Artificial hay un ejército de trabajadores en “fábricas de explotación digital”: https://www.infobae.com/wapo/2023/08/30/detras-del-auge-de-la-inteligencia-artificial-hay-un-ejercito-de-trabajadores-en-fabricas-de-explotacion-digital/

LA EXPLOTACIÓN LABORAL DETRÁS DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL: https://datagenero.org/proyectos/la-explotacion-laboral-detras-de-la-inteligencia-artificial/

UN HILO ROJO ATRAVIESA A LAS MUJERES (2004): https://iniciativacomunista.net/wp-content/uploads/2024/03/unHiloRojo.pdf

Marta G. Franco: “Silicon Valley no inventó Internet, solo el negocio de extraer valor de los datos de las personas”: https://www.eldiario.es/tecnologia/marta-g-franco-silicon-valley-no-invento-internet-negocio-extraer-datos-personas_128_11437413.html



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